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Après moi le déluge

desde 135,00 €

Después de mí, el diluvio, dijo Luis XV. O, quizá fue su amante, madame de Pompadour. Una frase que representaba el desdén por lo que pasara alrededor en las circunstancias más adversas, profetizando la era de revolución que estaba por llegar. Agradar es más difícil que engañar y las buenas cualidades atraen más odio que las malassí fueron pronunciadas por la marquesa, por lo que no sería de extrañar que la maestra de la seducción y la inteligencia fuera la que pusiera voz -y mente- a ese fin de fiesta hedonista y desesperado.

Voltaire, Montesquieu o D’Alembert se pasearon por los bailes de la corte como sus amigos y protegidos, prueba de que, a veces y sin intuirlo, dejamos aparecer el brillo de la esperanza entre la mayor de las desidias.

Cuentan también que dos dragones, coraceros de la guardia personal del rey que hacían guardia en los aposentos de Versalles escuchaban cada noche las palabras con las que Pompadour influía a Luis XV. Desde entonces, con sus ojos de azabache y el brillo de oro o plata de sus corazas, se mantienen imperturbables cerca de tus oídos para susurrarte el nacimiento de un mundo nuevo.

Pendientes con cabeza de dragón y ojos de azabache en latón con baño de oro de 5 micras o plata 925.

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Después de mí, el diluvio, dijo Luis XV. O, quizá fue su amante, madame de Pompadour. Una frase que representaba el desdén por lo que pasara alrededor en las circunstancias más adversas, profetizando la era de revolución que estaba por llegar. Agradar es más difícil que engañar y las buenas cualidades atraen más odio que las malassí fueron pronunciadas por la marquesa, por lo que no sería de extrañar que la maestra de la seducción y la inteligencia fuera la que pusiera voz -y mente- a ese fin de fiesta hedonista y desesperado.

Voltaire, Montesquieu o D’Alembert se pasearon por los bailes de la corte como sus amigos y protegidos, prueba de que, a veces y sin intuirlo, dejamos aparecer el brillo de la esperanza entre la mayor de las desidias.

Cuentan también que dos dragones, coraceros de la guardia personal del rey que hacían guardia en los aposentos de Versalles escuchaban cada noche las palabras con las que Pompadour influía a Luis XV. Desde entonces, con sus ojos de azabache y el brillo de oro o plata de sus corazas, se mantienen imperturbables cerca de tus oídos para susurrarte el nacimiento de un mundo nuevo.

Pendientes con cabeza de dragón y ojos de azabache en latón con baño de oro de 5 micras o plata 925.

Después de mí, el diluvio, dijo Luis XV. O, quizá fue su amante, madame de Pompadour. Una frase que representaba el desdén por lo que pasara alrededor en las circunstancias más adversas, profetizando la era de revolución que estaba por llegar. Agradar es más difícil que engañar y las buenas cualidades atraen más odio que las malassí fueron pronunciadas por la marquesa, por lo que no sería de extrañar que la maestra de la seducción y la inteligencia fuera la que pusiera voz -y mente- a ese fin de fiesta hedonista y desesperado.

Voltaire, Montesquieu o D’Alembert se pasearon por los bailes de la corte como sus amigos y protegidos, prueba de que, a veces y sin intuirlo, dejamos aparecer el brillo de la esperanza entre la mayor de las desidias.

Cuentan también que dos dragones, coraceros de la guardia personal del rey que hacían guardia en los aposentos de Versalles escuchaban cada noche las palabras con las que Pompadour influía a Luis XV. Desde entonces, con sus ojos de azabache y el brillo de oro o plata de sus corazas, se mantienen imperturbables cerca de tus oídos para susurrarte el nacimiento de un mundo nuevo.

Pendientes con cabeza de dragón y ojos de azabache en latón con baño de oro de 5 micras o plata 925.

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